La Posada - Cuacos de Yuste

Mi pareja y yo llegamos a las 21.50 para cenar. Pedimos una copa de vino y dijimos que nos gustaría cenar... y nos dijo que no... que si nos servía, le tendría que pagar más a la cocinera y que no lo iba a hacer. Muy malos modales. Le preguntamos por el horario. Nos dijo que había abierto a las 20.00 y que deberíamos cenar antes, que esas no eran horas de cenar. Muy mal humor, cuando nosotros le preguntamos de manera educada. Nos quedamos tan sorprendidos con su respuesta, que ni siquiera se nos ocurrió discutir. Un lugar al que no volveré ni recomendaré jamás.

Llegamos el pasado sábado por la noche para tomar unas tapas y cenar a las 21:45. Cuando nos disponemos a pedir, el camarero que intuimos es el propietario nos dice con muy malas maneras que ya no se puede tomar nada porque lleva abierto desde las 20 horas y que no va a tomarnos nota, que cierra la cocina a las 22 horas, que no va a pagar una hora más de cocina porque llegamos a esa hora (reitero, las 21:45 de un sábado) y que lo que tenemos que hacer es llegar antes. Cuando nos íbamos y le decíamos que no entendíamos ese horario, pero que cada uno pone las reglas en su casa, nos repitió "lo que tienen que hacer es venir antes" literalmente, con bastante sarcasmo y malas formas. Un personaje insoportable, a mis 50 años nunca había visto nada igual. Muy desagradable.

De acuerdo con opiniones anteriores...sólo para gente del lugar....el turisteo no es lo suyo, precios elevados para lo que se ofrece, servicio deplorable

En principio tiene muy buenas reseñas, pero cuando te tomas un Protos y una cerveza y ves que en TODAS las mesas ponen tapa excepto en la tuya porque te ven de fuera, me parece una pésima praxis. Espero que se tenga en cuenta. Cutre a morir.

Raciones muy pequeñas, lo ponen en cazuelas que más bien parecen de aperitivo, calidad muy justa, un trozo de tarta 6 euros, y si comes en terraza todo lleva un suplemento. El pueblo en si no tiene sitios para comer, se valen de eso. A dos personas nos cobraron 40 euros por dos tercios, una ración de patatas revolconas, una de magro, una tarta de queso para compartir y dos cafés. Otra observación había dos camareros uno majo pero el otro desagradable como el solo. Resumen no volvería