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Contribuiți la feedbackCuando voy a Salento me gusta quedarme donde don Fernando, quien al decirle que quería ir a conocer el árbol nacional y al pedirle consejo para ir a abrazar palmas de cera, él, como quien no quiere la cosa me preguntó si sabía donde almorzar; le dije que por supuesto y entonces, con esa mirada pícara que lo caracteriza, como quien si quiere la cosa me dijo que no fuéramos al restaurante mencionado, que él nos recomendaba el lugar en el que nació el concepto de la trucha al ajillo, el restaurante Las Palmas del Cocora. Estaba lloviendo cuando llegué y hacía mucho frío. El restaurante estaba vacío y por eso pude elegir un lugar cercano a la chimenea; más acogedora no podía ser la situación.En cuestión de segundos y casi sin darnos cuenta, justo a la hora de almorzar, ya no había una sola plaza del restaurante vacía. Increíble, fue como estar solo, cerrar los ojos por un segundo y por arte de magia estar rodeados por un mar de gente hambrienta que prometía acabar con las existencias de comida del restaurante. El pedido fue una trucha criolla para este pechito. La espera fue de veinte minutos que fueron eternos para ver llegar el servicio por el hambre que estaba haciendo. Sin embargo, al ver el tamaño de los platos se le perdonó a Cronos que nos hubiera bajado la velocidad del reloj. Sinceramente, es primera vez que me da susto al ver lo que me ponen en frente. ¡Dío mío!, entiéndanme, lo primero que vi fue una bandeja del tamaño de la ponchera en la que me bañaba mi mamá cuando era chiquito, sólo que esta vez lo que contenía era una trucha bañada en cebolla, varias especias, entre ellas laurel con toda seguridad, pimentón y mucho tomate, que estoy seguro no era de la especie larga vida, porque la salsa estaba un tanto dulce – agria (ojo, no agridulce); sinceramente la hubiera preferido con un tomate más neutro o más maduro. El arroz, acompañante sólo de mi plato, me pareció un detalle innecesario, sobre todo para aquellos que no son tan buenos comilones como yo, porque en otras mesas lo que vi, fue a la gente dejarlo a un lado, incluso hasta la ensalada es apartada en la mayoría de los casos.Pero el patacón amigos míos… ¡ese patacón¡ se las lleva todas después del pescado. El tamaño es francamente animador, la crocancia es perfecta, mejor dicho, no me quedó faltando sino un litro de suero costeño para acompañarlo y quedar listo.Salí a un muy buen restaurante que recomiendo en Salento Quindío. Luego el plan es ir a abrazar palmas de cera y entonces se redondea la experiencia.
Estar dentro del valle del cocora, despertar con el paisaje que acompaña la acogedora cabaña, hace de este lugar un paraiso de colombia. El restaurante ofrece un menú variado, muy recomendada la truch.
El eco hotel las palmas de Cocora en el valle de Cocora - Salento Quindío, es un lugar hermoso para visitar, hospedarse, acampar y comer, ya que cuenta con todo para pasar unos momentos muy agradables y relajar la vista con esas magnificas montañas y palmas de cera que crecen cerca de la carretera. Estuve con mi esposa disfrutando de un super lugar de camping en las zonas verdes del hotel y la experiencia fue increíble ya que teníamos el paisaje de las palmas de cera al frente de nosotros y nos deleitamos con la hermosa vista privilegiada con la cual contábamos. Lo super recomiendo y el camping tan solo cuesta 15.000 pesos por persona o 5 dolares.
El clima de la zona es frió, tiene una vista muy hermosa puesto que esta en el valle de cocora, el restaurante tiene varios salones en los cuales hay gran variedad de mesas es muy concurrido precisamente por lo mismo pq es un sitio muy bueno, les recomiendo la cazuela de mariscos o cualquier presentación de la trucha, el personal que atiende es muy amable, también cuenta con servicio de cabañael cual es muy agradable, ademas de tener una extensa zona de camping.
Los patacones con hogao de este lugar son gigantes y espectaculares!!! la atención es impecable y la carta es muy variada. Solo mejoraría el sabor de la limonada con aguapanela pues estaba insípida.